Quiero compartirte una reflexión, no sólo sobre cómo este periodo de aislamiento, nos puede afectar emocionalmente, sino también subrayar un par de elementos que se pueden prestar a la confusión, más aún, cuando se inicia una salida gradual del confinamiento.
Para algunos, quizás ya son más de 100 días de haber podido optar por un aislamiento voluntario para protegerse frente al COVID19. No todos han tenido esta opción, ya que quedarse en casa no ha sido compatible con sus fuentes de trabajo y se ha visto en la necesidad de salir.
Sin embargo, para algunos, el primer impacto ha sido esa gran ola que implica el ser conscientes del riesgo físico real que implica el coronavirus, ya sea porque, desafortunadamente ha sufrido los síntomas del covid19 en sí mismos o en sus familias, incluso, llegando a tener pérdidas y, por consiguiente, se han visto forzados a tener que hacerle frente a un proceso de duelo que en estas condiciones, se convierte en un adiós sin despedida, en un duelo por completo traumático.
La segunda ola a la que le vamos a tener que hacer frente, es aquélla en donde, nos hayamos aislado o no, nos enfrentará a tener que hacernos cargo de un cúmulo de emociones que pueden llegar a ser disruptivas y que, por consiguiente, nos introducen a una crisis de vida, al formularnos cuestionarnos sobre lo que está ahora en un porvenir incierto, ante las pérdidas (económicas, laborales, personales, de estilo de vida, etc.), ante la monotonía del confinamiento, ante la desesperación de una rutina impuesta.
Es casi un hecho, que prácticamente nadie en el mundo de esta segunda ola, el impacto emocional ante la presencia del coronavirus, logre evitar que de una u otra manera nos alcance. Se ha ido convirtiendo en un estado de alerta emocional constante y que no sólo encierra montos importantes de estrés, sino que también puede contribuir a que, sin darnos cuenta, bajemos un poco la guardia por el tiempo prolongado que ha implicado.
Es de esperar que después de este largo periodo de confinamiento, estemos ansiosos por retomar la vida tal como la conocíamos antes; sin embargo, al aislamiento ya ha tenido un impacto en la subjetividad, suspendiendo en lazo social y hasta el contacto físico. Así, se ha ya descontextualizado el sufrimiento emocional, incluso, llegándolo a negar aunque esté presente en la manifestación de diferentes estados anímicos desde el sentirnos aburridos, cansados, desesperados, hartos o incluso, angustiados, solos y hasta deprimidos. Los sentimientos de abandono y desesperanza también estarán presentes.
Así atravesaremos por momentos de mayor fragilidad, haciéndonos más susceptibles de caer en cualquier imaginario que pueda ser esperanzador o que nos permita recuperar aquello que de cierta manera sentimos perdido. Pero ¿Qué pasa si una parte de la información dice que tendremos una “nueva normalidad”? ¿Cómo te sientes que los cambios se manejan por medio de la imagen de un “semáforo”?
Es importante no bajar la guardia, aprender a ser responsables y realistas para poder cuidarnos mejor, para proteger nuestra integridad física y emocional de forma simultánea, el tratar de ser creativos para encontrar las alternativas que nos permitan evitar tener picos afectivos que nos expongan a tomar decisiones impulsivas y poco prudentes.
Por ello, es importante reconocer que la imagen de una “nueva normalidad” sólo es eso, un imaginario, una forma de expresar una idea que resulta poco clara y hasta se presta al mal entendido. Es ahí donde tenemos que ser realistas y reconocer a tiempo que, sin importar el color del “semáforo”, necesitamos aprender a vivir con la presencia del coronavirus. El que el “semáforo” indique un “cambio” o “avance”, no quiere decir que la alerta sanitaria o el riesgo diminuyan.
Tenemos que incorporar una serie de nuevos hábitos y no olvidar implementarlos. Tenemos que aprender a usar de forma correcta el cubrebocas, protección en lo ojos (gogles, lentes de seguridad) y, preferentemente, un careta o escudo facial. Si salimos no podemos olvidar usar estas herramientas que nos pueden ayudar a protegernos mejor. De igual manera, tenemos que estar desinfectando las tarjetas de crédito, llaves, monedero, cartera, celular, etc. Todo aquello que pudo estar expuesto a la hora de salir de casa. Así mismo, al regreso, es importante desinfectar las suelas de los zapatos, primero lavarte las manos y retirar con cuidado todo el equipo de seguridad, para desechar el cubrebocas y lavar los goles y la careta facial.
No obstante, muchos con la idea de ese “avance”, pueden intentar salir a la calle y no tener la mínima precaución. Así sólo terminarían negando la presencia del coronavirus y de los cuidados necesarios para que estemos a salvo todos.
Más allá de las necesidades básicas, de la demanda de trabajo, la idea de hacer reuniones en casa y de retomar la convivencia con la familia con la que no vivimos, con los amigos que no vemos, con la pareja que tenemos lejos, pueden resultar alentadoras y hacernos caer en otro imaginario: el de la confianza.
Así como está el imaginario de ir “avanzando” y que nos puede poner en riesgo de negar la presencia del coronavirus, también podemos ceder ante la construcción de certezas, de ideas incuestionables que nos tranquilicen: dar por hecho que todos aquellos otros que son cercanos, que de una u otra forma amamos y que dicen haberse aislado, lo han hecho de la misma manera que uno y que, por consiguiente, si los vemos estamos en la creencia que no vamos a correr ningún riesgo.
Es tiempo de no bajar los brazos, de ser responsables con nuestra integridad física y emocional. No te confundas, una cosa es que haya otros en tu universo que son de tu entera confianza (por el lazo familiar, amoroso, de amistad), incluso con los que puedes tener un vínculo íntimo y que has extrañado mucho ante el confinamiento pero que no podemos tener la seguridad ciega de que en verdad sus medidas de seguridad hayan sido estrictas o, incluso, debemos cuestionar si fueron correctas; ante una reunión, aunque sea en casa, el simple trayecto, ya implica un cierto monto de riesgo. Además, si bien no todos los casos agravan, muchos pueden ser asintomáticos o tener síntomas leves que no les den la importancia que en verdad tiene y así, continúen con la propagación.
Es un tiempo difícil, una transición larga pero no eterna, donde lo importante es que podamos ser pacientes para no ceder de forma impulsiva a querer reunirnos con otros. El riesgo es muy alto, el índice de contagio, por ahora, aún más.
No te confundas, es tiempo de ser responsables, antes de ceder a la tentación de hacer de forma impulsiva “vida normal”, empezar a tener reuniones donde aparentemente al “no salir”, al hacerlas en casa, las leemos como “seguras”; reconoce a tiempo todos los factores de riesgo que por ahora implican. Recuerda que en estos momentos pese el que sea otro de tu entrega confianza, desafortunadamente, no es sinónimo de que sea seguro convivir en grupo.
Es importante no caer en la desesperación, evitar terminar por ser impulsivos. Si bien no es fácil porque a los nuestros los amamos y podemos llegar a necesitarlos, más en estos momentos que en otros, la prioridad en una crisis es que aprendas primero acuitarte tú mismo y con ello a los demás.
Aprende a conectar con tus emociones desde otro lugar, a desarrollar tu capacidad introspectiva, a reconocer lo que en verdad piensas y sientes, a cuestionarte sobre los “detonadores” de una emoción en particular, a ser más curioso con tus repeticiones a lo largo de tu propia vida, antes de que termines actuando de forma impulsiva, antes que demos un salto al vacío que nos exponga física y emocionalmente.
Recuerda, si damos “campanazos” de polo a polo; si nos vamos al extremo de negar la realidad y hacer como si nada pasara, si nos creemos el “a mí no me va a pasar nada”, nos exponemos a que en un descuido nos tome por sorpresa el riesgo de exponernos o, si en el extremo contrario, nos “anclamos” a pensamientos de desesperanza, si permitimos sentirnos abatidos, todo este proceso resultará por ser aún más traumático.
Permítete abrirte a otras posibilidades, a que este aislamiento te ayude a hacer contacto contigo mismo para que logres escuchar tu propia voz, a conectar con los otros desde la distancia para acortarla, no forzosamente con una visita, sino con palabras, con comunicación -por ahora, por medios digitales-. No es igual, lo sé… pero es quizás la única opción para que, por ahora, un encuentro sea seguro, ayudándonos a mitigar un poco el extrañar a los otros.
Meses de vivir en confinamiento o de salir de casa por necesidad de trabajar con el miedo a enfermar, no es fácil, pero tampoco es imposible si sabemos ser pacientes y aprendemos a cuidarnos mejor.
Si requieres ayuda, llama 5549815362 y podemos buscar la alternativa para que puedas iniciar un tratamiento que sea conveniente para que soluciones lo que te esté pasando.
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