Al perder un amor, sin importar lo que la relación haya durado, siempre tenemos que enfrentarnos no sólo al dolor de la pérdida, sino a todo lo que hemos depositado, consciente o inconscientemente en el vínculo. Además, otra parte muy dolorosa es lograr reconocer el vacío que deja ese otro que ha ido…
La ruptura puede ser algo que nos tome por sorpresa y, por ende sea una decisión unilateral para la cual no estábamos listos para aceptar de golpe o bien, podemos caer en cuenta que la relación se ha venido extinguiendo por diferentes motivos y ya no da para más. Si bien, no “sabe” igual el ver partir que decidir irnos, no podemos descontar que, en ocasiones, el tomar la decisión de terminar puede ser igualmente dolorosa pese a estar convencidos o seguros de hacerlo.
Sin embargo, sea por el motivo que sea, los recuerdos se agolpan, de todo aquello vivido y quizás por momentos hasta lo que se quedó como un plan a futuro que ya no se realizará, nos confronta con el dolor de la pérdida y, a la vez, con la frustración de todo lo que se trunca, con la angustia de una separación que no se deseaba y sobre todo, con no saber que hacer ahora con todo lo que se puso en el otro y en el vínculo como por ejemplo las expectativas, recuerdos, experiencias, sentimientos, etc.
Al inicio, todo lo ocupa el recuerdo del otro que vimos partir, estamos más interesados en especular sobre cómo la pasa y qué hace, que en pensar en uno mismo; el evocar constantemente lo vivido, el reprocharnos o “culparnos” de aquello en que creemos haber fallado y con ello maltratarnos a nosotros mismos nos conduce a que, sin percatarnos, lastimemos también el amor propio o hasta la auto imagen. La desesperación de recuperar lo perdido se puede potencializar con las ideas de que “jamás” encontraremos a alguien como ese otro que perdimos o que “jamás” volveremos a amar, lo cual va de la mano de la intensa preocupación por la soledad en la que hemos caído; en términos generales, estamos más enfocados en nuestro mundo interno, en nuestros afectos que en el exterior, el cual, cae en un desinterés que se traduce en una apatía por las actividades cotidianas, ninguno de los otros vínculos que encontremos -amigos, familia, trabajo- es suficiente como ofrecer consuelo. Podemos llegar al punto en donde hasta hacer las actividades de cuidado personal básico cuesta más trabajo de lo habitual, incluso la falta de sueño o apetito pueden estar presentes, y así podemos flaquear en cada paso que damos…
Lo importante es alcanzar a reconocer que el sufrimiento no forzosamente tiene que ser el compañero perenne de viaje y, sobre todo el riesgo que implica el “normalizar” dicho dolor. No sin un trabajo emocional de por medio, es posible aprender de la experiencia y lograr resignificar, darle una nueva lectura, no sólo a la pérdida más reciente, sino al amor, a tus relaciones, a la forma en la que te has venido vinculando con otros en todos los niveles; la recompensa no sólo es liberarnos del dolor, importante sí, pero podemos lograr mucho más allá y alcanzar a sanear tus vínculos y tener relaciones más fuertes y más sanas, logrando una vida donde en verdad sientas la libertad y plenitud en ti para lograr un proyecto de vida sólido y materializarle, donde seas tú el escriba de tu propia historia.
Claro está que si estás pasando por una pérdida reciente o llevas ya algún tiempo tratando de lidiar con los recuerdos, me vas a decir: “Suena bien, pero todo eso cómo se hace”. Hablemos al respecto…
Lo primero es lograr reconocer que la ruptura nos ha “roto el corazón”, nuestro mundo o lo que teníamos al momento ha cambiado de forma radical, que es lícito sentirnos destrozados y dolernos por todas las ilusiones truncadas con el ver partir a un amor. La sensación de vacío puede ser intensa, donde el pasado reciente donde vivíamos esa historia de amor se ha “esfumado” y el futuro próximo que anhelábamos con ese amor se “derrumbó”… Lo que es excesivo para contigo mismo, es sin darte cuenta, decidir empantanarte en esto y “elegir NO elegir”, es decir, escoger NO hacer nada al respecto.
La primera decisión, es lograr elegirte a ti mismo, sí, como lo oyes, elegirte a ti para aprender a cuidarte en un momento de fragilidad, para calmarte. Así, gradualmente, los espacios en tus emociones los volverás a ocupar tú mismo y no el dolor. Este paso es necesario ya que tenemos que trabajar en dos flancos de forma simultánea: en tus emociones, donde primero habrá que sanar las heridas, para que tus afectos/emociones no te empujen inconscientemente a tomar elecciones impulsivas que te sumerjan en la repetición de lo vivido y no logres resolver nada, para primero comprender lo vivido, tus motivos más íntimos que están sabidos pero no pensado en la justa dimensión, donde logres conocer cómo has venido eligiendo pareja y al servicio de qué está dicha elección, el que logres verte y valorarte con ojos propios y sobre todo, en un segundo tiempo, el que te permitas elegir a un pareja de mejor manera. El otro flanco a trabajar, son tus decisiones, la manera en que las articulas, la forma en que las insertas en el tramado de tu vida, para que con conocimiento de causa, las puedas llevar a la acción, siendo tu mismo tu prioridad (y antes de que dejes de leer, nada tiene que ver con ser “egoísta”, más adelante te explico de qué se trata). Este primer paso es necesario para que logres resolver de forma sana la pérdida y no sólo sea un espejismo más.
Tus emociones y tu mundo interno, ellos sí los compañeros inseparables que tienes de por vida en tu camino y a los que muchas veces ni tomas en cuenta, eso nos lleva a funcionar como “presos de un automatismo”, haciendo lo que “tenemos” que hacer sin cuestionarnos el por qué y menos de dónde surge eso que nos empuja e insiste a continuar en el sendero que nos ha llevado, cada vez que lo elegimos, al mismo debarrancadero…. De forma coloquial, al estar ajemos a nuestros propios fueros más íntimos, bien podemos referirnos que nuestra “forma de pensar” o nuestra “mentalidad” es lo que nos ha llevado a tomar elecciones equívocas, pero no llegamos a más.
Llámale como quieras, pero de cierta forma tienes razón si lo atribuyes a este punto… nada más que hay que verlo todavía más a detalle. En el fondo no es tu mentalidad, sino tus creencias sobre el amor, muchas de ellas dañinas para ti mismo… toda esa “teoría” que sin darte cuenta te esfuerzas por cumplir y llevar al pie de la letra, todo ese cúmulo de creencias que te hace idealizar al otro, sí a ese que justo no conoces bien pero del que te sentiste “enamorado“ por salir un par de veces con él y, a la vez, dejando caer una nota de devaluación en ti; esas certezas que ya no pensamos más y con las cuales nos “justificamos” de porqué vamos de “fracaso en fracaso”, de ruptura en ruptura, plagadas de amores imposibles por la firme creencia que somos “inamables” o hasta nos sentimos con el “super poder” de ser “invisibles”… aunque lo malo sea que “siempre” se nos “activa” frente a una nueva posibilidad de amar…
Atrévete a cuestionar tus creencias, a ponerlas en duda… por ejemplo, la primera y una de las certezas más recurrentes en las “teorías sobre el amor” que las personas pueden albergar en su mente es “creer” tenazmente que “nunca” volverá a amar y con ello, sin verlo ya se maltratan a sí mismos. Otras, parecidas y hasta solidarias de la primera, es el sentir que “no merecen” volver a amar o en el polo contrario “creer” en el dicho popular que : “un clavo saca a otro clavo” y pues francamente no es posible por ahí, intentar de forma impulsiva una relación, solo te deparará que te repitas a ti mismo, más cuando no te has permitido comprender nada de lo anterior, más cuando lo intentas siendo el mismo que elija a ciegas, es decir, sin conocer qué buscas y el porqué de tu propia elección.
Si primero te eliges a ti, logrando ser lo suficientemente curioso para permitirte aprender de lo nuevo, te aseguro que podrás encontrar ese camino más fascinante y, sobre todo, lograrás ver que el amor perdido no es un objeto único, podrás ver los espejismos que has creado al idealizar al amor, a las relaciones y a ese otro en particular. Si bien, como todo ser humano tendrá sus dones, podrás verlo más humano, es decir falible, no perfecto y mucho menos único. Es primero conocerte más a detalle para sepas a profundidad qué es lo buscas en los vínculos, que es imposible y en lo individual puedas reconocer qué significa en tus fueros más íntimos la búsqueda de eso que no puede ser para trabajarlo y que logres renunciar a ese lastre, que puedas reconocer lo que va bien contigo, qué puedes pactar y hasta dónde estás dispuesto a hacerlo, lo mismo a aquello que para ti no está sujeto a discusión (sería bueno que reflexionaras si incluyes en ello el respeto y la confianza, pero como elementos bidireccionales, es decir que se necesitan sostener por convicción de parte de ambos miembros de una pareja y no sólo estarlos pidiendo), el que te permitas conocer y dejarte conocer por otro para que tu elección no sea a ciegas y, a tiempo puedas reconocer quién sería “adecuado” a tu propia repetición de patrones y quién verdaderamente conveniente para caminar un tramo de vida con él.
Por esto último, si ves es importante lograr trabajar en uno mismo para comprender, pulir, recalibrar, reconfigurar o construir un plan diferente para que las cosas en un futuro próximo te salgan mejor y, lo menos recomendable es lanzarte más por angustia de enfrentar tus propio vacíos a los brazos de un nuevo amor que, puede estar dispuesto pero no disponible -afectivamente hablando- para quedarse contigo…
El otro flanco, el poder explorar cómo tomas las decisiones y de que emociones están permeadas, ya sea por sentirte que tienes una “mecha muy corta” que te lleva a actuar sin meditar lo suficiente antes de hacerlo o porque nos paralizamos en titubeos que sólo llevan a la postergación o de plano a la inacción.
Si bien, en un primer momento después de la pérdida de un amor, como decíamos con antelación, tu mundo puede experimentarse como revuelto o destrozado; es importante darle un nuevo orden, empezar a depurar con qué te quedas y qué se tiene que ir también, hacer este trabajo junto con la depuración de tus afectos te hará, de a poco en poco, reorganizarte a ti mismo y a tu mundo y con ello el permitirte ir recuperando fuerzo para luego renovarte por completo.
Recuerda, las creencias que más nos pueden meter el pie, es estar convencidos de que estamos sometidos a un designo inefable o que la vida se construye a base del azar… nada más erróneo, la vida se hace a base de causalidades no casualidades y, lo más importante es que eres tú mismo el que puede liberarse de toda atadura al permitirte ser tu mismo el que decida cómo quiere construir ese futuro que está en eso por venir.
Si bien, no dejo de lado al atravesar por una pérdida te puedas sentir muy mal, es importante empezar a elegir… ¿Quieres empantanarte en tu padecer o quieres de verdad trabajar para reinventarte y aprender a hacerle frente a la adversidad de forma más creativa?
Si decides elegirte a ti, si quieres trabajar por ti, un primer paso es cuidar de tu integridad física, es decir tu descanso, tu alimentación, tu seguridad física… aunque al principio lo hagas sin ganas, ponte horarios para ello y cúmplelos. Además, es importante que te sinceres contigo mismo, y dejando de especular sobre ese otro que se fue, empieces a pensar en ti, en lo individual sobre qué actividades te vendrían bien ¿Una clase nueva? ¿Empezar a entrenar? ¿Retomar tus actividades o la parte de tu mundo que se te quedo en el tintero? Lo que quieras pero que te sume en tu vida es lo que te ira permitiendo llenar los huecos de forma constructiva y lo irás haciendo basado en ti. No olvides, es importante empezar a trabajar en ti y eso no es ser egoísta, trabaja primero en pulir una mejor versión de ti mismo y pese a que suene un poco trillado, te darás cuenta que la seguridad y la felicidad son embellecedores naturales, así podemos repoblar nuestro mundo con relaciones más nutritivas y sanas, sobre todo si no las escogemos desde la necesidad sino desde la convicción de que te suman en algo a tu vida…
Es doloroso, sí… pero pese a que el camino próximo se vea nebuloso, toma en cuenta que sólo en crisis crecemos… y, si bien crecer es doloroso porque implica la renuncia al cúmulo de “ganancias secundarias” que podemos encontrarle a los viejos patrones que elegimos sin darnos cuenta y que nos lleva a sobrevivir presos de mandatos y creencias erróneas, te aseguro que la recompensa es mucho mayor… es lograr una vida plena, donde seas libre y logres ser el escriba de tu propia historia, donde las riendas de tu vida las tengas tú mismo y donde puedas descontaminar tus vínculos logrando amar mejor.
Comments